domingo, 11 de septiembre de 2011

LA DIFICULTAD DE DIFERENCIARSE EN UNA RELACIÓN

¿Decirle a una persona NO es un signo de agresividad?. NO, no lo es. Sin embargo esto que parece tan “sencillo”, decir NO, por ejemplo a un padre, es decirle ME QUIERO DIFERENCIAR DE TI, puede ser decirle “no quiero ser una copia tuya”.

¿Qué dificultad hay detrás de muchos padres que son/se muestran excesivamente sensibles a un NO quiero comer eso (o ya no quiero comer más, tratándose de hijos sin problemas alimenticios, e incluso adultos), no quiero ese vestido, no quiero hacer la carrera que a ti te gustaría que hiciera, no quiero quedarme aquí aunque eso suponga estar lejos de ti,  no quiero la pareja que a ti te gustaría para mí, no quiero lo que tú quieres para mí (sino elegir yo sin sentirme mal por ello ni  sentir que debo hacer lo que tú desearías que yo hiciera, para sentir que te sientes orgulloso/a de mí, eso que tanto necesito de ti)…?. Este es un aspecto que sería muy saludable se plantearan las personas que tienen dificultades para que sus hijos (en el camino de la madurez o ya como adultos) se separen de ellos, o quienes tienen problemas para que sus parejas decidan por su propio criterio, o que sienten una elevada subceptibilidad a que les digan NO.

En muchas ocasiones reciben ese NO como un rechazo a los valores, a los criterios, elecciones propias, porque la otra persona relevante a nivel emocional (el hijo, por ejemplo) no elige igual que ellos. No toman el NO como un “necesito permitirme ser diferente a ti sin que esto signifique que no te quiero”, “necesito ser como yo soy”, “necesito pensar diferente a ti en esto” (sin que por ello lo tuyo esté mal porque yo no lo elija).
Es el caso de aquellos padres que no son conscientes de ser excesivamente controladores, y que sin embargo perciben su forma de pensar y actuar como “yo sé lo que más le conviene a mi hijo”, “sólo lo hago para protegerle”, “es que si hace eso se va a perjudicar”…Padres excesivamente perfeccionistas que no asumen bien los errores propios, y tienen dificultad en permitir que otros los puedan cometer.

Cuando un padre, una madre o un cuidador principal, no tolera un NO, puede expresarlo de forma muy sutil. Tan sutil como “un disgustillo” porque “me gustaría que aceptaras lo que te doy, lo que quiero para ti”, con un gesto  desaprobatorio continuado ante las expresiones de diferenciación de su hijo/a. Acompañado por una voz igualmente sutil de desaprobación, muy “efectiva” a su propósito disuasorio de la conducta ajena, pues el control se ha ejercido de forma férrea en la infancia y aún más en la adolescencia (habiendo reprimido en esta etapa todo intento de diferenciación de su hijo/a y habiendo generado, lo que coloquialmente se le llama a nivel popular “un hijo muy bueno, que nunca se opone ni se queja de nada”).
Gesto que en sí no dice nada si es una sola vez, pero que si se establece como forma de reaccionar continua y extendida (o hábito) ante un NO pronunciado por una persona significativa para ésta, es una forma de control sobre dicha persona, de la que en muchas ocasiones la persona que lo emite no es consciente de cómo surge ni de cómo condiciona las elecciones del otro.
Ese gesto, me recuerda al efecto de la “estaca” del cuento de Jorge Bucay, del Elefante Encadenado. Una vez te encadenan con la necesidad de satisfacer al otro, de no “darle disgusto” por opinar diferente, por elegir lo diferente, … la persona (el hijo, por ejemplo) puede sentirse encadenado (por ese amor “dependiente”) y no ser consciente de ello, o serlo pero no saber cómo hacer para salir de esa necesidad de proteger a sus propios padres del dolor de una separación que no fue iniciada ni en la pubertad, ni en la adolescencia, y que se prolonga en la relación paterno-filial entre un padre y un hijo adulto. Con el consiguiente profundo sufrimiento para ese/a hijo/a ante la polaridad de su deseo/necesidad (¿reprimido?) de separarse y diferenciarse y su miedo a lo desconocido si lo hace junto al dolor de pasar por el proceso de separación.

Patrón de relación que este/a padre/madre mantendrá no sólo con su hijo/a sino que podrá mostrar con las parejas/conyugues de sus hijos…o con su propia pareja (que se ha podido basar en la misma necesidad de no “mostrar conflictos” no manifestando las diferencias con “vehemencia” o acallándolas suavemente cuando aparecen).

---En estas situaciones puede hacerse necesario  PARA UNA PERSONA ADULTA CON DIFICULTAD PARA LA CONFRONTACIÓN (manifestar opiniones contrarias a las de sus progenitores, como forma de evitación del conflicto, que prefiere, por tanto, no manifestar una conducta, emoción, elección, actitud, valor, opinión...cuando no está seguro de que va a ser aprobada por el otro) ante sus padres (forma de relacionarse que puede generalizar a otras relaciones con adultos: de amistad, en el trabajo, frente a figuras de autoridad,...) un trabajo de psicoterapia.
Terapia que le permita a la persona favorecer su darse cuenta de cómo hace en dichas situaciones (en cada aquí y ahora), a partir de ese trabajo del aquí y ahora en la sesión, en su encuentro con su terapeuta, lo que le permitirá ir avanzando en su autoconocimiento de para qué hace así, sus mecanismos defensivos o de interrupción del contacto, el trabajo de sus emociones, ir aumentando sus posibilidades de elección y nuevos recursos para la acción de un modo adaptativo en cada aquí y ahora en los diferentes entornos en los que conviva y se relacione el cliente.


---E igualmente, es  un TRABAJO DE PSICOTERAPIA importante el que se puede hacer  CON EL MENOR (individualmente), a la vez que CONJUNTAMENTE  también intervendríamos CON  LA PAREJA DE PADRES (en sesiones de padre) , como intervención en dicho momento, así como favorecedor de la  prevención de posibles malestares psiquicos futuros, llevados y prolongados en la edad adulta, cuando uno de los padres, o ambos, muestra una gran dificultad en el momento evolutivo de la adolescencia de su hijo/a.
El trabajo de estas dificultades parentales, al enfrentarse con la necesidad del hijo/a de diferenciarse y de construir su propia identidad que se da de forma muy intensa (dificil y dolorosa, en muchas ocasiones tanto para padres como para sus hijos) en la etapa adolescente (frente a la posible manifestación de "conformidad", obediencia y adaptación, cuyo peligro es que llegase a ser una sobreadaptación a las necesidades parentales/familiares, en la etapa anterior, la infancia) abre las puertas a un cambio:
* en la relación paterno filial,
* a una comunicación con el hijo no sólo desde lo normativo (las normas a cumplir, los tú debes...),
* facilita el entendimiento de dicho proceso de desarrollo en el propio hijo,
* permite trabajar aspectos emocionales de padres e hijos, y
*  en definitiva, apoya y acompaña el aprendizaje y adquisición de RECURSOS PERSONALESen cada uno de los miembros de la familia para manejar el malestar psíquico previo con el que acudieron a consulta, y facilita el afrontamiento de éste, así como favorece el desarrollo de RELACIONES SANAS Y ADAPTATIVAS entre las diferentes partes de la unidad familiar.

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