Las emociones no son peligrosas. No sólo son la sal de la existencia, sino su propia esencia. Cada vez que acallas tu corazón o el de tu hijo, cada vez que dudas en si confiar en tu voz interior, cada vez que no escuchas lo que intenta decirte tu hijo, limitas su propia vida y la tuya.
El fin está en los medios, decía el Mahatma Gandhi. Escuchemos a nuestros hijos para que sepan escuchar. Respetémosles, sabrán respetar al prójimo. Aceptemos sentir y liberar nuestras propias emociones, dejaremos de proyectarles nuestros sufrimientos y sabremos aceptar sus lágrimas. Acompañémosles en el camino hacia ellos mismos, siguiendo las etapas de su crecimiento. Ayudémosles a expresar lo que llevan dentro, a tener conciencia de su identidad, confianza en sus capacidades, en sus gustos, deseos y necesidades... En una palabra, ayudémosles a sentir, nombrar y utilizar sus emociones.
Preocuparse de las emociones es algo muy nuevo. Respetar a los niños y considerarles como personas también es algo muy nuevo. No nos sintamos culpables si no lo logramos siempre. (*)
Debemos modificar nuestras estructuras sociales para dar mayores medios y más apoyo a los padres.
Isabelle Filliozat
(* Añadimos desde Centro de Psicología Gestalt : aunque sigamos ocupándonos de trabajar nuestros recursos para que reciban nuestra contención, apoyo, consuelo, contacto, cercanía... cuando nuestro/s hijo/s lo necesite/n para ser consciente/s de sus emociones, para que pueda/n ponerle palabras y no llevarlas al acto; por ejemplo, para que pueda/n darse cuenta de su rabia, expresarla, entenderla, conocer para qué se produce, verbalizarla, y no llevarla al acto, con puñetazos, patadas, o aislándose, o negando la propia consciencia de su afectividad).
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