jueves, 6 de diciembre de 2012

Cómo hacer frente al maltrato psicológico ( 1 )




En esta ocasión, dentro de la información que os mencioné proporcionaría en los 16 días siguientes al  25 de noviembre (Día Internacional de la Eliminación de Violencia hacia la Mujer) hoy os aporto una información referida al maltrato psicológico en las relaciones, aunque no exclusivamente en la violencia de género, sino como veréis, también presente en otro tipo de relaciones entre dos personas. Es una información extraída del ejemplar número 27 de  la Revista Mente Sana, titulado "Valentía Emocional". 

Dividiré este artículo en tres partes, siendo este post la primera de ellas, en la que presento una introducción general sobre el maltrato. En la segunda parte veremos 7 tipos o formas de maltrato psicológico y finalmente os hablaré de cómo recuperar la autoestima para salir del vicioso círculo del acoso psicológico.


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Hay agresiones que no dejan marcas físicas. El desprecio, los insultos, las amenazas, el sarcasmo, el gélido silencio … son actitudes que utilizan como única arma las palabras , o la ausencia de ellas, pero no por ello resultan menos dañinas o potencialmente destructivas. Se trata de AGRESIONES que no producen un daño físico sino emocional, que provocan unas heridas ciertamente menos visibles, pero que pueden ser más profundas, duraderas y difíciles de curar.

A menudo se cae en el error de considerar este tipo de agresiones como un problema menor, algo menos grave o importante que la violencia física. Sin embargo el maltrato psicológico está infiltrado en muchas relaciones y suele ser la antesala y el ingreso básico cuando existen agresiones físicas. Precisamente porque no deja un rastro visible suele ser más paralizante y difícil de aceptar, pudiendo llegar a lesionar gravemente la autoestima y el concepto que la persona tiene de sí misma.


PROTEGERNOS DE LA MANIPULACIÓN

Las agresiones psicológicas pueden adoptar muchas formas y aparecer en los diferentes ámbitos relacionales: la pareja, la familia, el trabajo, la escuela, los amigos…

(Nota propia: aquí podemos nombrar, por ejemplo, relaciones repletas de agresividad, como lo son aquellas en las que se dan situaciones de bullying o acoso escolar, mobbing o acoso laboral, alienación parental en procesos de divorcio en los que hay hijos, por parte generalmente del progenitor custodio o educación en el odio hacia uno de los dos padres por parte del otro; es decir, no sólo hablamos de violencia de género, sino que puede darse en relaciones de pareja de la mujer hacia el hombre también, o en ambas direcciones, y en otros tipos de relaciones que no sea en la de pareja).

Estas actitudes negativas se han utilizado siempre como una forma de ganar poder en una relación, sea del tipo que sea. Aunque es difícil evitar que aparezcan, sí pueden generarse las condiciones para que no prosperen ni consigan arraigar en nuestra vida. Una de las claves es aprender a detectar estas agresiones y saber cómo protegerse de estos juegos de manipulación.

(Nota propia: más adelante os hablaré del triángulo de los tres tipos de roles que podemos asumir las personas en las relaciones, el de salvador, el de víctima y el de verdugo).

Solemos asociar el maltrato psicológico con personas maquiavélicas, terriblemente malvadas, retorcidas, egoístas… Esta asociación nos resulta tranquilizadora pues es una explicación simple y definida de este aspecto oscuro de las relaciones. Pero la realidad es mucho más compleja y todos estamos expuestos a ella. Cada vez que se ignora o se rechaza a alguien, cuando se utiliza el chantaje emocional, al intentar controlar lo que dice o hace otra persona, o cuando se menoscaba de manera más o menos consciente su autoestima, se está realizando una agresión a nivel emocional.

Este tipo de agresiones implican utilizar a alguien a beneficio propio y de manera más o menos encubierta. Sin embargo, existen importantes diferencias de grado. Sabemos que los gritos, los insultos, las amenazas o la violencia verbal pueden formar parte de muchas relaciones sin que pueda hablarse realmente de maltrato. Aunque todos podemos emplear en un momento dado las palabras para lastimar, sólo se convierten en MALTRATO si las AGRESIONES son REPETIDAS Y CONTINUADAS y existe un clima de hostilidad o rechazo de fondo.

Dependiendo, por lo tanto, de su frecuencia e intensidad, el efecto de las agresiones será más o menos destructivo. Cuando llegan a formar parte de las pautas de interacción de una relación, pueden generar mucho sufrimiento y situaciones lindantes al abuso, en las que se traspasan los límites que defienden la dignidad personal.


FORMAS  DE  MALTRATO

Carmen dice sentirse triste sin motivo. Disfruta de su profesión, de su papel como madre, y tiene un buen marido, muy trabajador. Sin embargo, cuando está con él tiene la sensación de que todo lo hace mal. Su marido la corrige constantemente, desaprueba su conducta, hace gestos de fastidio, le grita y le falta al respeto a menudo. No protesta abiertamente cuando hay otras personas delante, pero sus miradas despectivas son suficientes para paralizarla, pues es su modo de hacerle saber que se está equivocando o que está haciendo el ridículo.

La exigencia excesiva y la falta de valoración pueden ser una forma de maltrato, aunque se expresen mediante actitudes sutiles o aparentemente bienintencionadas. El desdén, la burla y los insultos son una agresión más explícita y directa. El silencio, ignorar a la otra persona intencionadamente, negarle el saludo o cualquier tipo de atención supone una forma de maltrato más fría y calculada pero igualmente “efectiva”. En cualquier caso, las consecuencias sobre la persona que lo sufre suelen ser similares: una débil autoestima y una sensación de incapacidad.

Como en el ejemplo anterior, a menudo el maltrato psicológico no es evidente sino que se encuentra enmascarado. Precisamente las situaciones más perversas son aquellas en las que resulta más difícil defenderse, pues se utiliza un doble juego: se agrede de manera indirecta o velada mientras se niega que exista tal agresión. Si la persona expresa lo que percibe o siente se la acusa entonces de desconfiada, “loca”, o de imaginarse cosas que no son. El resultado: la persona duda de sí misma, cree que es ella quién tiene un problema y debe cambiar. Con ello, la agresión ha logrado su finalidad: conseguir el control sobre el otro.


DESEQUILIBRIOS DE PODER

Sin embargo, las agresiones son un fenómeno relacional en el que interviene como mínimo dos personas. Es imposible, por lo tanto, entenderlas y desactivarlas sin observar el contexto en el que aparecen.

(Nota: Os recuerdo el triángulo relacional que subyace a la asunción de los  roles o papeles de víctima, de maltratador y verdugo dentro de las diferentes posturas de poder-sumisión relacional entre dos personas).

En ocasiones, los juegos de dominación se producen en las dos direcciones. Es decir, cada persona intenta subyugar y controlar a la otra con diferentes estrategias de manipulación y maltrato. Es una lucha encarnizada por el poder, que intensifica los mecanismos de la agresión. En estos casos, si sólo escuchamos a una de las partes en conflicto, obtendremos una visión parcial, pues cada persona sufre la conducta del otro como maltrato, pero es incapaz de reconocer sus propias formas de agresión.

En otras ocasiones, el maltrato es unilateral: una o varias personas agreden desde una posición de superioridad. Estas agresiones van aumentando el desequilibrio en la relación. Quién ostenta el poder se siente cada vez más superior y tiene un mayor control, mientras que el dominado es relegado a una posición más débil y de mayor supeditación.

En cualquier caso, se trata de relaciones malsanas en las que la actuación de una persona alimenta la respuesta de la otra, y la agresión es un elemento que refuerza la diferencia o la lucha por el poder.

Pero este comportamiento no se da en todos los ámbitos de la vida de una persona. Alguien que se muestra tirano en una relación puede ser diferente en otra. Pero esto no lo excusa. Es preciso descubrir qué sucede en la relación malsana para que exista este sometimiento y para que los límites que defienden la integridad personal no funcionen.

A menudo, las agresiones aparecen de manera anodina, con pequeñas faltas de respeto, una mala contestación, una mentira… Si la persona o el entorno no reaccionan, pueden crecer y propagarse insidiosamente.

Puede resultar difícil entender qué lleva a una persona a no defenderse ante un trato irrespetuoso que la subyaga. Sin embargo, es preciso comprender que el rechazo y la ofensa actúan a un nivel profundo y emocional, lesionando la confianza y la seguridad en uno mismo progresivamente. La persona va perdiendo su centro, está tan pendiente de lo que demanda el otro, de ganar su aceptación o evitar su enfado, que olvida cuáles son sus propios sentimientos y necesidades. Es una trampa en la que se cae inconscientemente, mientras que los rechazos y ataques se asumen como una realidad.


No obstante, la actitud del agresor resulta todavía más difícil de entender. La necesidad de humillar o rebajar a otra persona suele derivar de una gran sensación de inseguridad, que se intenta paliar ganando poder en la relación. Haciendo sufrir se encubre la propia debilidad y se crea una fortaleza ficticia a base de excluir o anular a nel otro.


DEJAR  EL  JUEGO

Salir de una situación de maltrato psicológico suele ser complicado, sobre todo cuando tiene lugar desde hace tiempo, y puede necesitarse ayuda. La alarma puede saltar ante ciertos síntomas, como depresión o ansiedad, o cuando la relación se vuelve muy destructiva al intensificarse la lucha. Sólo quienes tienen mejor suerte reconocen a tiempo las agresiones y las cortan antes de que se instaure el maltrato.

El paso más importante, por lo tanto, es saber identificar las agresiones. Para ello es preciso tener en cuenta las sensaciones que aparecen cuando algo daña la propia dignidad. La manipulación suele ser vivida como una amenaza o exigencia, mientras que las ofensas provocan sentimientos intensos de dolor, rabia o culpabilidad. Lo que siente es real, por mucho que el agresor afirme que no existen razones. La persona debe definir lo que es aceptable para ella y así aprender a definirse de nuevo a sí misma.

Para salir de la confusión que genera el acoso es necesario tomar distancia, pensar o hablar sobre lo ocurrido. De esta forma se ganarán la claridad y la firmeza necesarias para poner límites coherentes que defiendan la autoestima. A veces, supone emprender un camino largo y difícil que implica tomar decisiones, realizar cambios y, sobre todo, construir una imagen más sólida de uno mismo a fin de que las agresiones no hagan tambalear la autoestima. Es un camino que implica encontrarse a uno mismo.

1 comentario :

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