Hace ya un tiempo creamos un apartado de Infancia – Adolescencia en nuestro blog. Y hoy queremos presentaros las palabras de introducción (en cursiva) de Mark McConville  en su libro “Adolescencia: El self emergente y la psicoterapia” (con las que seguramente muchos padres, educadores y psicoterapeutas gestálticos y no gestálticos, de adolescentes, os podéis sentir identificados), a modo de presentación de una serie de artículos que iremos redactando y compartiendo con todos vosotros sobre la adolescencia y nuestros adolescentes. 
(El subrayado, los cambios de tipo de letra y color y las anotaciones de los paréntesis, son nuestros, para resaltar aspectos relevantes de sus palabras).
   “En la adolescencia las formas de relación interpersonal sufren un cambio dramático. Las amistades cobran una investidura más personal e intensa de modo que los pares dejan de ser compañeros de juego y adquieren una mayor relevancia íntima. Las amistades, los romances y las rivalidades juegan un importante papel moldeando y definiendo la experiencia del self del adolescente y su sentido de dignidad, atractivo, viabilidad, aceptabilidad, etc.
  “Las relaciones con los padres cambian, muchas veces de una manera dramática, y estos cambios son ciertamente instrumentales para la REDEFINICIÓN  DELA POSTURA  EXISTENCIALLA REBELDÍA , EL ABANDONO, LA LUCHA  PORLA EMANCIPACIÓN.  Pero
Sin embargo, aunque “todo parece caótico” y algunos padres llegan a sentir que “todo parece perdido” en las relaciones con sus hijos adolescentes, si durante el proceso de cambio y evolución que supone el camino de la adolescencia, se les proporciona a los adolescentes un MARCO ADECUADO PARA EL DESARROLLO DEL ADOLESCENTE, un espacio adecuado para la comunicación, la escucha afectiva, si no basamos nuestra relación en una relación exclusivamente “normativa” (basada única y exclusivamente en normas, normas y más normas, olvidándonos del afecto en nuestra relación con él, y no dejando paso a un “no has hecho, no has hecho y sólo no has hecho”), observaremos un cambio en nuestra relación con nuestro/s hijo/s adolescente/s ( RECOMENDACIONES A LOS PADRES, profesores, y otra figuras de autoridad que sean figuras de referencia para el adolescente):
--Si mostramos una disposición constante al diálogo de las normas (explicadas y entendidas, aunque no sean compartidas, pero sí respetadas y en ocasiones importantes consensuadas y negociadas con el adolescente, si es posible).
--Si estamos dispuestos a ser y sentirnos cuestionados en nuestra autoridad sin por ello dejarla de lado, porque nuestros adolescentes aunque renieguen de ella una y otra vez, la necesitan para: 1)sentirse seguros y protegidos, y 2)para poder tener una fuente contra la que rebelarse y pelearse (pues necesitan ambos aspectos).
--Si resistimos (la dificultad reside en comprender estas dos necesidades contrapuestas y aprender a estar cuando se presentan situaciones conflictivas, a la vez que educativas), llegamos a aceptarlo y aprendemos a sobrellevar el sufrimiento que la “lucha constante” con ellos nos puede producir (recurriendo a la ayuda de un especialista si fuera necesario un apoyo para un cambio a una relación más sana con nuestro/a hijo/a adolescente o ante situaciones o problemáticas que lo requieran), entonces veremos cómo llegaremos a esta evolución positiva en nuestra relación con ellos, los adolescentes.
Las actitudes, comportamientos y formas de dirigirse/acercarse a los adolescentes, se hacen necesarias, para acompañar en esa evolución que si irá dando a lo largo del proceso de cambio adolescente (desde la pubertad, a la adolescencia tardía previa al inicio de la madurez) y también, para cuidar la relación y el vínculo emocional con nuestro/s hijo/s (de modo que no nos separemos más de él/ella con nuestra rigidez, empatía o falta de conocimiento de este período). Os dejo con las palabras de Mark McConville, con una reflexión sobre el desarrollo durante este período evolutivo :
  “En general las relaciones entre los adolescentes  y sus padres sufren una transformación gradual y tenderán a volverse más negociadas, y no sólo conferidas por las expectativas de los padres y las tradiciones familiares. (sino dejando lugar al propio criterio del adolescente que poco a poco se va desarrollando con su identidad). Generalmente somos testigos de una transformación de las relaciones no cuestionadas y jerárquicamente organizadas de la preadolescencia, de tal modo que años después, quizás entre los diecisiete y los veinticinco años, hallamos una mayor aproximación a la igualdad, con una capacidad de relación entre personas cómodamente separadas cuyos puntos de vista, ambiciones e intereses presentan (al menos potencialmente) una oportunidad para la formación de relaciones más interesantes y mutuamente provechosas”. 



 

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