-La muerte de un hijo es una de las situaciones más difíciles de superar. El mundo se derrumba y la vida pierde sentido. La única salida es lograr construir una nueva realidad sin él.
¿Qué opinan los expertos?
-“En todas la culturas la muerte de un hijo es considerada un hecho antinatural, emocional y racionalmente inadmisible. Ni siquiera existe una palabra equivalente a viudo o huérfano para nombrar a los que penan un hijo muerto.” Dafna Curiel
-"Todos estamos preparados para elaborar un duelo. La buena elaboración de una pérdida favorece la de las siguientes, como puede ser un divorcio. La persona genera una suerte de resiliencia". Alejandro De Barbieri
-"En ese vínculo que se establece con el hijo perdido, los padres tienen que ir entendiendo que él no los quiere muertos, y de a poco se permiten disfrutar sin sentir que lo están traicionando.” Marta Herrera
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-"Cuando uno no puede nombrar algo es que no lo puede asir, no lo puede controlar”.
-En el otro extremo, "los recursos emocionales" de esos padres y las circunstancias en las que se da la muerte sí pueden incidir en el proceso de elaboración del duelo, siendo el suicidio el escenario más complejo.”
-"El hijo es el gran proyecto en común de la pareja, y si ese proyecto se hunde, hay que lograr salir del naufragio, asirnos de las pocas tablas que quedan y a partir de ellas reconstruir una nueva realidad sin él". Es más fácil de decir que de hacer.
-"El dolor es tan desgarrador que, en una primera instancia, los padres creen no poder superarlo nunca. El trabajo a realizar con ellos es ayudarlos a encontrar un nuevo sentido a sus vidas. A veces esto no es fácil, pero siempre es posible".
-Muchas veces los hermanos sienten la pérdida incluso más que los padres.
-Vivir el dolor. La palabra duelo viene de dolor y luto de llorar, dos instancias que, aunque suene increíble, cayeron en desuso. Los velorios son cada vez más cortos o directamente inexistentes, y los entierros un trámite sólo para los muy cercanos. Sin embargo, los especialistas coinciden en que la única manera de procesar el duelo es vivirlo. "Hay que enfrentar la realidad. Cuando en el velorio la persona involucrada cuenta lo que le pasó una y otra vez, también se lo está contando a sí misma", dice Herrera al tiempo que critica la tendencia de "empastillarse" para superar estas etapas.
-Cuando se trata de la pérdida de un hijo, el duelo suele prolongarse más de lo habitual.
-Si el proceso del duelo se transita con normalidad, la persona va tomando consciencia de que ya no necesita llorar cada vez que evoca a su hijo, explica Curiel, y comienza a experimentar lo que ella llama "nostalgia dulce", un sentimiento "pleno de ternura que llena el corazón de una calidez que reconforta".
-Según De Barbieri, todos estamos preparados para elaborar un duelo; el psicólogo debe aparecer cuando éste se vuelve patológico. Para el terapeuta, transitar por esta instancia habla de la capacidad de las personas de amar y tener vínculos. "La elaboración buena de una pérdida favorece la de las siguientes, como puede ser una separación". Genera una suerte de resiliencia", concluye.
-Presencia y silencio. El entorno, sobre todo la familia y los amigos, juegan un rol fundamental. Sucede que a veces ellos tampoco saben cómo sostener a esos padres, qué decir o cuándo preguntar.
La psicóloga Herrera coincide: "No estamos acostumbrados a que el otro se desarme delante nuestro, a continentar al otro. En esta sociedad donde prima el individualismo siempre estamos apurados".
Para Curiel hay dos términos clave a la hora de acompañar: presencia y silencio. "Hablar sólo cuando el deudo lo hace, y en ese momento, facilitar para que pueda expresar lo que siente. Si no, permanecer cerca y en silencio. En nuestra sociedad estamos acostumbrados a llenar todos los espacios con palabras, aun cuando no estén sirviendo para comunicar nada, simplemente por no saber sostener el silencio".
Curiel lo dice así: "Para que una persona pueda atravesar y elaborar profundamente el duelo por un hijo es necesario que rompa con muchísimos esquemas previos de lo que cree que es la vida, de lo que cree de sí mismo, de lo verdaderamente importante y de lo superficial. La muerte de un hijo conecta al padre con el misterio de lo desconocido, con un abismo muy profundo del cual sale -si se permite atravesarlo- fortalecido, con muchísimos recursos nuevos, con una nueva forma de ver el mundo, con una sensibilidad y una humildad como pocos, con una integridad muy sólida. Es lo que se llama resiliencia, esa capacidad de atravesar momentos de gran dolor y salir fortalecidos".
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