Os adjunto un interesante artículo sobre EL DUELO (acompañamiento duante éste) por pérdida de seres queridos, de Lavanguardia.com
Estas son algunas de las valiosas aportaciones que hace la Psicoterapeuta Alba Payás, experta en Apoyo al Duelo, en la entrevista que os adjunto:
* El psicólogo primero debe conocerse a sí mismo.
Es imposible acompañar a alguien en el dolor cuando el tuyo no lo has atendido, no eres capaz de gestionar tus propias emociones y acabas animando a la persona en duelo a que evite su sufrimiento, es decir proyectando tus propias pérdidas no resueltas. La formación en psicoterapia en duelo, final de vida y trauma requiere de una gran exigencia personal de introspección.
Añado yo: Este es un aspecto que constituye un requisito esencial (e imprescindible) para los psicoterapeutas en cualquier terapia de corte humanista, en el trabajo con sus pacientes, como lo es la Psicoterapia Gestalt.
* ¿Cuáles son los síntomas?
Sentirás un estado de ansiedad que te dificultará poder trabajar, reincorporarte a la vida o acabarás con una depresión crónica asociada a sentimientos profundos de culpa, enojo o añoranza. Hay otras personas muy funcionales que vuelven a rehacer su vida –se casan, tienen hijos-, pero sus decisiones están influenciadas por el trauma no resuelto que vivieron. De este colectivo se habla poco pero lo vemos los psicoterapeutas.
* ¿Cuál es el principal peligro del duelo? Aislarse, encerrar el dolor y no hablar de lo que a uno le pasa. Compartir con los demás permite expresar las emociones y con ello se facilita una construcción más adaptada de la historia de pérdida. El dolor no expresado hace daño, incluso físicamente la persona se va doblando y consumiendo.
¿Qué nos ocurre cuando perdemos a alguien que queremos?
Por un lado, está la parte traumática, asociada a cómo fue la muerte –el sufrimiento de la enfermedad, mi impotencia por salvarlo; hay otro aspecto que tiene que ver con la pérdida de la relación, es decir, el echarlo a faltar, no haberme podido despedir de él o tal vez puedo emocionarme por el futuro que ya no podremos compartir. Parte de mi identidad la construí a través de esa persona. Por lo tanto, vivir el duelo no es sólo llorar por el difunto, sino también por la parte de mí que se ha ido y que tendré que volver a construir.
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También ante la situación de separación, se ponen en marcha todas nuestras formas aprendidas sobre cómo manejar el sufrimiento y cómo responde el entorno a esta necesidad de apoyo, y esta tarea también hay que explorarla.
¿Las lágrimas son buenas?
Las lágrimas liberan hormonas del estrés y ayudan a elaborar el duelo, no sólo porque reducen el nivel de estrés sino porque neurológicamente la expresión de la tristeza activa la memoria y facilita el proceso narrativo de la experiencia pérdida. Por supuesto hay que buscar un equilibrio entre encontrar el momento para el dolor y su expresión y el momento de hacer el esfuerzo de salir de éste y conectar con la vida y el futuro.
¿Cómo tratar a alguien que acaba de tener una gran pérdida?
Compartiendo el sufrimiento con él, poniendo palabras al dolor, ayudándole a expresar verbal y emocionalmente lo que está sintiendo; no teniéndole miedo al sufrimiento ni prisa por paliarlo. También es importante implicarse, no decir “si me necesitas, llámame”, sino “si me necesitas, llámame, pero si no lo haces, permíteme que te llame de vez en cuando o que venga a verte a tu casa”. La gente no necesita “power points” sobre el amor, la gente en duelo necesita presencia física e implicación
¿Podemos aprender algo a raíz de la muerte de una persona cercana?
En medio de este proceso de explorar el dolor, de penetrarlo, compartirlo, ponerle nombre, integrarlo y darle sentido, emerge siempre un sentido de esperanza, de crecimiento y de transformación de la identidad. Muchas personas expresan que a través del duelo se han vuelto más tolerantes, tiernas, amorosas o que han tomado decisiones en su vida que les llevan a la autenticidad.
El duelo es un aprendizaje más.
Nos llama a ser quien somos de verdad, liberarnos de las defensas que hemos construido a lo largo de nuestra vida para protegernos del dolor, pero que nos aíslan de la gente de nuestro entorno y de nosotros mismos. He escuchado a muchas personas decir que, aunque preferirían que no les hubiera pasado, el duelo les ha llevado a un camino de aprendizaje. Se conocen mejor a sí mismos y han aprendido a amar, vivir la vida con más plenitud y en honor a sus seres queridos fallecidos. Ésta es la esperanza al final del duelo.
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