Quiero presentaros un artículo que personalmente titularía: ¡ Presta atención a la obsesión por ganar! (a un darse cuenta si esta forma de relacionarte forma parte de tu vida o de la vida de personas con las que convives):
Algunos aspectos que destaca el mismo son:
-Vivimos en un mundo acelerado. Competimos en el deporte, en el trabajo, en todo. Y parece que ganar es siempre el objetivo. ¿No era participar lo importante?
-Es distinto perder y fracasar.
-El éxito tiene que ver con factores internos, pero también externos. Perseguirlo como meta nos puede crear ansiedad. Llevar a cabo una actividad tomando el resultado como objetivo es comprar números para el estrés y la frustración. En cambio, si la llevamos a cabo centrándonos en el esfuerzo y la estrategia, estaremos desarrollando todo nuestro potencial.
-Es importante diferenciar entre Competitividad Sana e Insana.
-Hay distintas maneras de ver y vivir la competitividad que la hacen funcional o disfuncional.
-Existe una competitividad sana, basada en nuestro esfuerzo por conseguir un objetivo. Esta competitividad nos ayuda porque nos lleva a dar lo mejor de nosotros mismos, a progresar, a buscar nuevas estrategias para superarnos, a descubrir y aprender de nuestros errores y a buscar nuevas soluciones para mejorar
-Hay también una competitividad insana, basada en obtener la victoria a toda costa, que, lejos de ayudarnos, nos genera estados de insatisfacción, de estrés, y nos bloquea, porque cuando no la obtenemos, sentimos un alto grado de frustración que a menudo expresamos en forma de agresividad, de quejas, de polémicas e incluso de desprecio por los demás.
-"En el plano educativo es recomendable que el reconocimiento venga por la preparación concienzuda del examen, no por la nota" (por el esfuerzo)
-Ante una competitividad insana y disfuncional, una madre/o un padre se plantea:
-¿Qué aprendía mi hija de aquella competitividad fuera de límites?, ¿a qué rincón del olvido habíamos relegado la famosa frase del fundador de las Juegos Olímpicos modernos que afirmaba: lo importante es participar?
Y todo esto me lleva a plantearme y plantearos una pregunta muy importante: ¿Qué hay detrás de una necesidad compulsiva de competir y de ganar al otro?
- Una inmensa inseguridad que hace que la persona sólo se demuestre así misma y se sienta válida cuando gana al otro.
*Detrás hay una historia de potenciar la competividad extrema a nivel parental, una desvalorización (incluso acompañada de “eres burro, corre más, te van a ganar”, “una chica no puede ganarte”…) de pequeños y grandes logros, una comparación con otras personas (y una infravalorización) y un no reconocimiento de sus méritos… Así, la persona siente una necesidad de no experimentar una vivencia muy intensa de fracaso y de evitar dicho sentimiento, al competir con el otro y por ello busca ganarle. Habiéndose llegado a normalizar la constante, continua y exacerbada competición entre los miembros de dicha familia y esta forma de relacionarse entre ellos. Y careciéndose de experiencias de reconocimiento tan necesarias para el hijo/la hija (incluso de adulto).
*También puede haber una historia de un perfeccionismo extremo, que muestra cómo en la familia de origen de dicha persona se ha valorado a la persona sumamente por sus logros intelectuales, o deportivos, o por aspectos/actitudes sociales de “éxito” (…), sin haber una comunicación afectiva con sus progenitores en la misma medida, sino que se ha dado importancia al valor familiar de los logros y los resultados como medio de reconocimiento al hijo. Esta forma de educar lleva a resaltar al/a la niño/a y luego al chico o chica que “hay que ser el mejor/la mejor, y un 8 no vale, hay que sacar un 9,5 o 10, y porque un 8 y no digamos ya un 7 o un 6, es poco par ti, hijo/a”, o a “tienes que ser el mejor saltando esa valla o corriendo, o nadando o …” . “ Porque tú puedes hacerlo mejor, hijo/a”. Actitud adoptada como intento de potenciar las capacidades del niño/a al considerar que tiene mucho potencial, aunque sin darse cuenta que de esa forma se le está continuamente transmitiendo y diciendo al pequeño: “nunca está lo suficientemente bien lo que haces, siempre puedes hacerlo mejor”…lo que le llevará a una insatisfacción y necesidad de complacer a sus padres, para sentirse bien tras mostrarle que hará lo que sea para obtener su cariño y aprobación (en esta medida tan valorada en dicha familia). Pues todos los niños y niñas necesitan la aprobación y el reconocimiento paterno.
Tanto en un caso como en el otro, estos aspectos educativos vividos de forma repetida y como estilo educativo parental, dejarán huella en el adulto, creándole un gran malestar emotivo, llegándole a afectar no sólo de forma personal (y en ocasiones hasta corporalmente), sino pudiendo hacerlo hasta en su vida social y profesional (pues el ser humano es una unidad indisociable).
… Cada experiencia e historia muestra diferentes matices, las que he nombrado son sólo dos de las experiencias posibles asociadas a un comportamiento obsesivo y compulsivo de una necesidad irrefrenable (y en ocasiones no consciente) de la necesidad de ganar, ser el mejor, mostrárselo al otro, la dificultad para reconocer los propios errores (pues son vividos como fracasos, y debilidades que no se pueden mostrar a la otra persona)… en definitiva de vivir en la propia vida sin estar satisfecho con los propios logros, con un caparazón de ser un ejemplo vívido de éxito y ganancia vanidosa (pudiendo llegar a un narcisismo) que llega a convertirse en un modo obsesivo de vida.
¿Qué puede aportar la Terapia Gestalt y el Psicoterapeuta Gestáltico a una persona que sufre este malestar psíquico?.
** Estos aspectos, vivencias, forma de sentir y de aprender a relacionarse con el otro, que puede generar mucho malestar a la propia persona (fundamentalmente), puede trabajarse en terapia en la relación cliente-terapeuta.
Requiere un trabajo personal sobre la autoestima (de la persona que experimenta ese malestar psicológico), de sus introyectos, de sus valores y de su propio autoconcepto, de “sus fantasmas”, anticipaciones… Trabajo que se basará en un espacio de encuentro en la relación con el otro, con su terapeuta, que le permitirá ir ampliando y generalizando estos recursos personales de afrontamiento y realizar un cierre de sus situaciones inconclusas. Lo que llevará a la persona a interiorizar una forma de hacer y de establecer relaciones con los otros de forma espontánea y adaptativa a cada situación (y no de una forma rigidificada o neurótica como hacía), realizar ajustes creadores con el entorno (soluciones nuevas a problemas viejos, o soluciones nuevas a nuevos problemas).
El terapeuta acompaña a su cliente en el proceso de búsqueda de recursos personales para el cambio, potencia su capacidad de darse cuenta (a nivel corporal, afectivo y mental) del mismo, a través de un acompañamiento-apoyo en las sesiones terapéuticas , con el fin de aumentar las posibilidades de relación de forma sana (adaptativa) entre la persona y su entorno, en cada vivir del aquí y ahora no como repeticiones del pasado (o rigidificaciones), su posibilidad de elegir y de tomar decisiones para la acción desde una postura de respeto hacia sí mismo, viviendo cada momento presente a través de un contacto “auténtico” (sin necesidad de una máscara tras la cual esconderse/protegerse) con el otro o con su entorno.
En este camino de autoconocimiento y aprendizaje que supone la Terapia Gestalt , el sujeto ha desarrollado la toma de conciencia sobre su forma de deformar sus experiencias de contacto con el otro, de ignorar sus deseos y necesidades, y ha pasado a realizar ajustes creadores, a cerrar gestals inconclusas, y ha abierto sus posibilidades de su campo (además de aprender a integrar esta forma de vivir para futuras ocasiones en que necesite hacer nuevas adaptaciones). Y todo ello desde una postura de responsabilidad en el propio cambio (pues la persona no puede cambiar su pasado, pero si cómo vive éste y cómo hacer ajustes creadores en su presente, además de haber aprendido nuevas posibilidades de relación en el aquí y ahora con el otro y su entorno).
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